miércoles, 24 de septiembre de 2008

Utilidades para tramar


Desde que entré a la universidad me sorprendía de gran manera cómo algunos de mis compañeros -muy leídos y de mayor trayectoria en la academia- eran capaces de citar cada dos o tres frases a personajes completamente célebres y que han sido consolidados por la historia como seres que realmente valen la pena ser revisados.
Lo que más me sorprendía era la forma en la que su memoria les ayudaba para tales efectos. Y es que si uno se lee un ensayo, libro, novela, crítica o lo que sea de un autor y es capaz de recordar completas, dos o tres frases o máximas del texto, que sean aplicables a ciertas discusiones futuras, debo decir que ha de tener una capacidad nemotécnica extraordinaria; sobre todo si estos apuntes son acompañados de referencias tan explícitas como números de página, editorial, ciudad y sobre todo nombre del libro (aunque esto sí es fácil cuando se le tiene a la mano).
Y bueno, resulta que empecé a ejercitarme en dicho acto y luego de unos dos o tres semestres era capaz de recordar que "sólo se que nada se" lo dijo un griego, que "para ser escritor sólo se necesitan dos cosas; tener algo que decir y decirlo" lo dijo Hemingway o de Wilde y que no me acuerdo más porque las otras dos se me escapan en este instante. Que buen ejercicio llevé a cabo, el problema es que a mis honorables maestros de academia, comenzó a molestarles el que no cambiara de citas y que siempre me refiriera a ellos entre parafraseo y peor aún, sin hablar de quién era el que había creado tan magníficas máximas; así que opté por dejar de utilizarlas porque hasta yo estaba aburrido de tener que basarme en alguien más para expresar mis ideas, propias mías de mi mismo y que casualmente ya habían sido pensadas. Pero entonces mis maestros se molestaban porque yo "o estaba plagiando a los grandes autores por no decir que los estaba parafraseando o no había leído a x que ya había dicho lo mismo que yo". Esta bien, mea culpa el no conocer ciertos autores que ya han dicho lo que yo estoy diciendo, pero entonces me asaltó de nuevo una gran inquietud, cuál es el papel de un ensayista que ha de enfrentarse a un tema que ya ha sido tratado anteriormente.
Pues bien, aquí es donde radica mi problema con la academia y es que lo que mal aprendí -eso sí porque así lo quise no porque contara con malos maestros- es que un ensayo bueno es aquel que te cita montones de personas que entre menos hayas leído pero que más conozcas de oído, es mejor; si las relaciones que haces entre los textos allí citados son cada vez más distantes y poco comunes, son otros 10 puntos a tu escrito y por último, que entre más corta sea tu opinión propia original y no afectada por lo que los otros autores ya clásicos y renombrados dicen, es muchísimo mejor.
¿Y bueno, entonces cuál es el valor del ensayo?¿ Una recopilación de información de otras personas -obviamente reconocidas-, hecha para explicar algo como un manual para dummies? Osea, una compilación de citas largas que deben deslumbrar al lector por la capacidad que tiene el ensayista de trasladar oraciones completas, articularlas con otros textos y además explicarle al lector de qué forma esta información es útil para su vida académica. ¿Y el proceso creativo? ¿Eso sólo se puede ver en la conclusión donde se dice si una premisa presentada al inicio es verdadera o falsa?*




*Sobra advertir que este tipo de ensayos a los que me refiero no son ensayos de otro tipo distinto al de las humanidades en donde por más que se quiera no se pueden lograr verdades universales sino afirmaciones con mayor número de fanáticos a favor.

1 comentario:

Jamie dijo...

Lo más acádemico que he podido haber leído, y no significa que no haya leído bastante, modestia a parte (sin querer ser aquellos quienes citan y citan como en casa de citas).

Me encanta, un verdadero ensayo sobre la actualidad del ensayo!